Amor que comienza


Las palomas revolotean los cielos:

es un amor de principio,

un amor que comienza, que vuelve

de un sueño lejano.


Palomas que alegres surcáis los vientos,

etéreas como aroma que vuela

y se prende en una bella sonrisa.

En ese instante,

en ese que el amor comienza,

que despierta a la vida,

dos almas ansiosas y desprevenidas,

ven como se llenan las vasijas del corazón

con un vino tan dulce como la miel,

que, con un sorbo es capaz de embriagar

la resistencia temerosa de entregarse.

La melodía de dos suspiros se echa a volar

y dos corazones danzan a compás.


Amor que comienzas,

qué bueno sería, que cada día fueras

el despertar de un bello sueño.

Que los aromas que desprende,

nunca se fueran de sus gestos risueños

y las dudas, si llegaran, se disipen

en el efluvio embriagador de su mirada.


Qué bueno sería, que,

como ambulantes,

embriagados en borrachera de besos,

seducidos por enamorados gestos,

por caricias aterciopeladas como

el aleteo de palomas enamoradas,

fuéramos a la deriva como dos nómadas:

-migrando de aroma en aroma,

-de vinos dulces a besos abiertos.

Aparcando los tiempos que fueron

y obviando los que vengan,

ha de ser, que los que han de llegar,

nunca será sino el comienzo,

el principio de los vuelos de palomas

que revolotean los cielos del amor,

de un amor que comienza.


No importará si te paras un solo instante,

-se dijo el apasionado enamorado-

Que, si así fuera, mejor será la brizna

del Azafrán de tu boca posada en mis labios,

que la eterna soledad de no verte.

Y será, sentir la brisa que produce

el aleteo de las risueñas palomas,

suficiente para llenar de aire

mis vacías mañanas dormidas,

esas que antes de que te soñara

estaban tan aletargadas,

y, con solo un instante que detengas,

tu fantasía repleta de promesas,

sería alegrar mis tristes vidas.


Y si acaso llegaste para quedarte,

entonces,

alimentaré el amor con granos de amor

convertidos en besos,

y para la sed, te daré a beber el vino

que nos transforme

en perpetuos borrachos apasionados.


Haré que las miradas se empapen de rocío,

y cuando un escalofrío recorra tu cuerpo,

en cada suspiro que provoquen mis besos,

será que el silencio lo habremos convertido

en murmullo, el de las palomas en su arrullo.




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