Dos que aman, amantes,
intransigentes entre la sed y
la calma.
Dos ausentes,
contra un destino huidizo que
los separa.
Dos almas, amantes
que se buscan, se olfatean por
las esquinas
con la piel alerta
como receptora de señales y
hambrienta.
Dos cuerpos, fieras
que se acechan con el
instinto como guía,
sigilosas avanzan
por la selva del asfalto entre
luces y sombras.
Oteando la bruma,
parando a su vez el tiempo al
mínimo detalle,
así se persiguen
alertas, las miradas y los
sentidos como frases.
Solitarias palabras
que buscan las respuestas
desesperadamente.
Nada les será diferente
pero lo conocido son extraños
interrogantes
Un perfume, un aroma,
un color, frases inconexas,
preguntas mudas
respuestas que van quedando
colgadas
en los balcones como señales
para un regreso
pero el regreso no llega, son
horas de muerte,
las calles vacías, las aceras
mojadas
y a lo lejos se pierden las luces estridentes,
las farolas tristes de horas contadas.
En el aire, un perfume cercano, arrullo de un amor interminable:
- Qué bello él, vestido con el amor de ella
- y que hermosa ella con su sonrisa de estrella.
…, Ven amor, dame tus manos, el destino que suspira nos llama, ¿acaso no oyes el viento que acaricia las hojas de la higuera?, ¿acaso no te llega la brisa del mar que nos reclama, cuando besa con sus olas tus orillas?
O, acaso…,
Amor, mi condena fuera mayor que mi sombra, y profunda como las aguas donde se ahogan mis esperanzas.
¿Acaso, amor, el destino pasó de largo con sus cartas mojadas y me condena a vagar por nuestras calles, sin ti, tan solitarias?
¿Acaso, cariño, que todo fue un sueño y despertar, el morir al sentir que estás tan lejos de mis labios?
Acaso, mi cielo, tan ajena estés de mis besos, como las respuestas que no consigo encontrar sin tus palabras.
Pero seguro, amor, eres, el fruto de la higuera, y tus aromas, los que me despierten cuando me duermo a tu sombra.
Has de saber, amor, que cuando en mi cuarto entran tus ausencias, salen a buscarte mis ansias, ascuas siempre encendidas, que son tus llamas.
Si acaso fuera, mi cielo, que mi horizonte sea silencio y mis sueños, soledad cuando despierto, dime al menos que tú eres el destino que baraja las cartas, tal vez que así no pierda nunca la esperanza de pasear contigo por calles de paredes blancas y ventanas azules. Tal vez encontremos las rosas abiertas y los geranios nos abran las puertas del verano y al fondo nos mire el mar que tanto amamos.
Una radiante claridad dorada, magia del amor y de la vida:
El destino, ante tantos ruegos y dudas, sonriendo, barajó las cartas y dijo: de copas Él, de corazones Ella. Fue en ese instante que se abrieron las rosas, perfumando con sus aromas las calles de paredes blancas y ventanas azules, donde dos amantes, agarrados de sus corazones, paseaban sus amores.
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